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La polarización afectiva nos está volviendo más tontos

El mes pasado, el Centro de Investigación Antirracista del Dr. Ibram X. Kendi en la Universidad de Boston anunció que despedía a casi todo su personal, a pesar de haber recibido casi 55 millones de dólares en fondos en los últimos tres años. Los críticos han aprovechado la caída de Kendi para renovar los argumentos de que es un estafador o un «imbécil», pero hay otro aspecto subestimado en la caída de Kendi. Kendi siempre me ha parecido alguien con la capacidad intelectual necesaria para triunfar, pero cuya rígida ideología le empujaba hacia ideas y soluciones cada vez más alejadas de la realidad. En ese sentido, su caída representa un cuento con moraleja para todos nosotros.

Hace unos años, un estudio publicado por Cambridge University Press afirmaba que nuestras rígidas ideologías podrían estar volviéndonos más tontos. Los autores del estudio plantearon a conservadores y liberales un problema matemático sobre la violencia armada. A los liberales se les planteó un problema que, una vez resuelto, demostraba que el control de armas no funcionaba. A los conservadores se les dio una versión diferente del mismo problema que, cuando se resolvía, mostraba que el control de armas sí funcionaba. En ambos casos, la solución era contraintuitiva, lo que significaba que los participantes tenían que indagar para obtener la respuesta correcta. El estudio también contó con un grupo de control a cuyos participantes se les plantearon problemas matemáticos similares sobre un tema no político (si una determinada crema para la piel funcionaba).

Los autores del estudio descubrieron que a los participantes les costaba mucho hacer operaciones matemáticas intermedias cuando la solución iba en contra de sus prejuicios ideológicos. No era que pensaran que uno más uno era igual a tres. En lugar de eso, los partidarios veían la solución intuitiva (pero errónea) que se alineaba con sus suposiciones ideológicas y dejaban de buscar. Como escriben los autores, los sujetos «utilizaron su capacidad de razonamiento cuantitativo de forma selectiva para ajustar su interpretación de los datos al resultado más coherente con sus perspectivas políticas». En lugar de enfrentarse al mundo en toda su complejidad, los ideólogos escarban sólo lo suficiente para encontrar unas pocas pruebas que apoyen sus conclusiones previas, y luego dejan de buscar.

También hay un fenómeno relacionado. Algunos críticos han acusado a Kendi de ser un «imbécil», pero estas críticas nunca me han convencido. Leí el libro de Kendi How to Be an Antiracist, y me pareció que tenía una gran capacidad intelectual. Y, sin embargo, muchas de sus ideas, como la de que todas las disparidades raciales se deben al racismo o su idea de una enmienda constitucional antirracista, son tontas. Entonces, ¿qué está pasando?

Kendi es famoso por negarse a dialogar con sus críticos. Cualquiera que le critique debe ser racista (o eso afirma). Desprecia a sus oponentes intelectuales como «bots». O como el propio Kendi admite en un artículo de Atlantic: «Rara vez me he parado a responder a las críticas... de mi propio trabajo». Pero cuando nos negamos a dialogar con nuestros críticos de buena fe, perdemos la capacidad de aprovechar sus cerebros para afinar nuestras propias ideas. Participar en un debate intelectual es como ir al gimnasio mental. Cuando nos negamos, año tras año, ¿debería sorprendernos que nuestras ideas se atrofien y pierdan contacto con la realidad?

No es sólo Kendi, por supuesto. Partidarios de todo el espectro político han caído presa de este fenómeno. Hay una razón por la que, citando al psicólogo social Jonathan Haidt, los últimos diez años de la vida americana han sido «singularmente estúpidos». Demasiados de nosotros nos estamos aislando del supercerebro colectivo.

Entonces, ¿cuál es la solución? Una forma de combatir esta atrofia intelectual es aprender de los errores de Kendi y hacer lo contrario. Todos podríamos hacer un esfuerzo colectivo para salir de nuestras cámaras de eco ideológico, utilizando recursos como los debates facilitados por Braver Angels entre rojos y azules (y libertarios). Cuando salgamos de nuestras burbujas ideológicas y volvamos al gimnasio mental, quizá nos sorprendamos de lo inteligentes que llegamos a ser.

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