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La caída inevitable: por qué los auges económicos contienen las semillas de su propia destrucción

El ciclo recurrente de auges económicos seguidos de inevitables caídas ha sido un enigma para generaciones de observadores. Mientras que las principales teorías keynesianas y monetaristas proponen intervenciones monetarias para suavizar estas fluctuaciones, la escuela austriaca ofrece una perspectiva convincente y alternativa. La teoría austriaca del ciclo económico ofrece una profunda comprensión de cómo los auges artificialmente inflados siembran las semillas de su propia destrucción. Al profundizar en esta teoría se pone de manifiesto la naturaleza intrínsecamente insostenible de las fases alcistas de la economía impulsadas por la disponibilidad de crédito barato y la inflación.

El núcleo de la teoría: los auges artificiales provocan caídas

La teoría austriaca del ciclo económico sostiene que los esfuerzos por suprimir artificialmente los tipos de interés por debajo de los niveles naturales del mercado alimentan un auge económico insostenible. Cuando la expansión crediticia inflacionista se ralentiza inevitablemente, la fachada de prosperidad ilusoria se desvela a medida que las malas inversiones generalizadas y los errores cometidos durante el auge quedan al descubierto y deben corregirse. Esta fase de caída actúa como un periodo inevitable de doloroso pero necesario reajuste y corrección del mercado.

Frente a la creencia dominante de que las autoridades monetarias pueden suavizar con éxito los ciclos económicos mediante una política intervencionista, la escuela austriaca de pensamiento reconoce que tales esfuerzos por estimular el crecimiento son intrínsecamente contraproducentes y, en última instancia, destructivos. Los auges inflacionistas siembran inevitablemente las semillas de su propia destrucción y del colapso sistémico. Hay que temer los auges, no las caída.

Cómo la expansión del crédito impulsa el auge

El ciclo comienza cuando los bancos centrales fuerzan artificialmente los tipos de interés por debajo de su nivel natural de mercado, desconectando el coste del crédito de las auténticas preferencias temporales de los consumidores y de la disponibilidad real de recursos. Los tipos artificialmente bajos incentivan fuertemente el aumento del gasto en inversión y el endeudamiento altamente especulativo alimentado por el fácil acceso a deuda barata. Las empresas se ven así inducidas a embarcarse en nuevos proyectos que normalmente no serían rentables si los costes de financiación fueran racionalmente más elevados. Esta oleada de malinversión impulsada por la creación de crédito inflacionista conduce a la sobreexpansión en diversos sectores, haciendo subir los precios de los activos y alimentando aún más el frenesí de la mentalidad de auge.

De este modo, la manipulación de los tipos de interés altera profundamente el equilibrio crítico entre ahorro e inversión en la economía real. El volumen de las inversiones financiadas por la creación de crédito inflacionista supera con creces la reserva de ahorro real disponible. Esto deja el auge sin cimientos firmes, ya que la inflación monetaria crea un espejismo ilusorio de prosperidad. Las semillas del colapso arraigan silenciosamente bajo la superficie durante los años de auge.

Malinversiones y señales de precios distorsionadas

Una idea clave de la teoría austriaca se centra en la mala inversión impulsada por señales de precios gravemente distorsionadas. Esta tendencia queda perfectamente ilustrada por la fábula misesiana del maestro de obras. En un libre mercado sin distorsiones, el constructor evaluaría objetivamente la rentabilidad de los posibles proyectos de construcción basándose en los tipos de interés del mercado. Unos tipos elevados reflejan una auténtica escasez de capital para inversiones a largo plazo, lo que indica que sólo deben iniciarse los proyectos más esenciales y rentables. Este análisis disciplinado vincula la inversión a la demanda real de los consumidores, garantizando una asignación eficaz de los escasos recursos a proyectos sostenibles.

Sin embargo, con unos tipos artificialmente bajos, el constructor cree que el capital es abundante y no necesita conservarlo. Embarcarse en múltiples proyectos simultáneos y muy ambiciosos parece razonable dado el crédito barato. Sin embargo, en realidad, el capital sigue siendo igual de escaso, contrariamente a la ilusión del dinero fácil. Cuando se empieza a trabajar en una plétora de proyectos expansivos simultáneamente, esta realidad se manifiesta cuando el constructor se queda literalmente sin ladrillos, hormigón y otros materiales. Esta parábola refleja cómo los auges inflacionistas impulsan la malinversión generalizada en toda la economía, financiando innumerables empresas especulativas basadas meramente en la distorsionada señal de precios del crédito barato en lugar de en las auténticas demandas de los consumidores y la disponibilidad de recursos.

El punto de inflexión: cuando la ilusión se encuentra con la realidad

Con el tiempo, la expansión del crédito que alimentaba el auge artificial se desacelera y los tipos de interés vuelven a los niveles naturales que reflejan la escasez real de recursos. La ilusión monetaria se desvanece a medida que las sombrías realidades económicas resurgen de su letargo. Las inversiones justificadas únicamente por el dinero barato empiezan a fracasar sin su propulsor inflacionista, dejando al descubierto su falta de rentabilidad subyacente. Las burbujas especulativas estallan cuando las expectativas de una expansión monetaria sin fin se enfrentan a la realidad. La economía inicia su tan demorada convalecencia purgando por fin las distorsiones y excesos acumulados a lo largo del auge.

Reconsideremos al maestro de obras, que inició por error múltiples proyectos grandiosos basándose en los tipos artificialmente bajos. Cuando los tipos de interés vuelven a subir, pronto descubre que sus visiones expansivas ya no son financieramente viables. La ilusión de los beneficios fáciles se hace añicos al reafirmarse los fundamentos económicos. Del mismo modo, la economía descubre innumerables empresas no rentables e inversiones erróneas que habían parecido engañosamente viables en condiciones monetarias distorsionadas. El castillo de naipes se desmorona al imponerse la realidad.

La caída: necesaria e inevitable

Según la teoría austriaca, liquidar sistemáticamente las inversiones poco acertadas y los errores cometidos bajo la influencia de la ilusión monetaria es una corrección inevitable. Culpar ciegamente a la caída por haber puesto al descubierto los excesos de la economía es como culpar a la resaca en lugar de a la intoxicación. Hay que purgar las distorsiones del auge y corregir los errores.

Tratar de evitar la caída mediante nuevos estímulos inflacionistas es como evitar la sobriedad después de una borrachera desenfrenada. La corrección necesaria sólo se agravará si se pospone continuamente y se amplifica mediante distorsiones adicionales que mantienen artificialmente vivas empresas fundamentalmente poco sólidas. La recesión sirve como fase correctiva natural, destinada a restablecer una base de principios económicos sólidos tras la era anterior de optimismo equivocado inducido por la expansión artificial del crédito.

La caída desempeña un papel esencial en la eliminación de las distorsiones monetarias mediante el reajuste de los precios, el cierre de las empresas no rentables y la reorientación de los recursos malgastados hacia sectores realmente alineados con las demandas de los consumidores, en lugar de asignarlos en función de una inflación monetaria temporal. Este proceso doloroso pero necesario despeja el camino hacia un crecimiento equilibrado y sostenible basado en un marco de realidad y no en la intoxicación fiscal y la mala asignación inflacionista.

Los responsables políticos a menudo se burlan de las recesiones como origen de los problemas económicos e intentan resucitar artificialmente la economía mediante una nueva inflación. Sin embargo, según la teoría austriaca, la recesión es en realidad la solución, no el problema en sí. El verdadero problema eran las grandes distorsiones y la mala inversión inducidas por el auge artificial. Los esfuerzos por reinflar continuamente las burbujas mediante la intervención monetaria sólo empeoran enormemente las cosas y siembran las semillas de caída mucho más caóticas en el futuro, cuando finalmente se permita que la corrección siga plenamente su curso.

Lecciones para hoy

La teoría austriaca del ciclo económico tiene varias implicaciones críticas que siguen siendo muy relevantes hoy en día. En primer lugar, revela cómo los auges inflacionistas siembran las semillas de futuras caídas al distorsionar masivamente los incentivos a la inversión y las señales de precios en toda la economía. Cuando los tipos de interés bajan artificialmente, la mala inversión se extiende rápidamente por todos los sectores, iniciando proyectos insostenibles que carecen de rentabilidad real subyacente.

En segundo lugar, la teoría demuestra que la caída posterior es inevitable y resulta directamente de las distorsiones, la mala inversión y el consumo excesivo inherentes al auge precedente. La caída es la corrección necesaria del mercado al auge artificial. Esto implica que los responsables políticos no pueden evitar las recesiones reflotando los auges con aún más crédito y estímulo, ya que esto sólo serviría para acumular nuevas distorsiones sobre las ya existentes.

En tercer lugar, la teoría demuestra que no hay atajos para evitar la caída. La liquidación de la mala inversión y el reajuste de la estructura de producción son necesarios para devolver a la economía la estabilidad y el crecimiento sostenible. Un estímulo adicional no puede eludir este proceso doloroso pero curativo.

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