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Las tensiones en escalada en el Mar Rojo son un mal presagio

En la víspera de Año Nuevo, helicópteros de la Marina de EEUU en el Mar Rojo atacaron y hundieron tres embarcaciones pertenecientes a los hutíes de Yemen, matando a diez personas. Según el Mando Central de EEUU, las embarcaciones estaban atacando un buque portacontenedores y dispararon contra los helicópteros cuando éstos respondieron a la llamada de socorro del barco. El encuentro representa una escalada significativa que corre el riesgo de forzar toda una nueva guerra para la opinión pública americana y Oriente Medio.

La región del Mar Rojo se ha convertido en uno de los focos más volátiles del mundo tras los atentados del 7 de octubre en el sur de Israel. Los hutíes de Yemen consideran su «deber humanitario y moral» utilizar su ubicación a lo largo de una de las rutas marítimas más importantes del mundo para obstaculizar y perturbar el brutal asalto de Israel contra Gaza.

A pesar de lo que digan los funcionarios de EEUU, los hutíes son el gobierno de facto de Yemen. Al igual que el actual gobierno de Ucrania, los hutíes se subieron a una ola de protestas masivas en 2014 y se hicieron con el control de la capital y de la gran mayoría del territorio poblado del país, provocando la huida del anterior presidente.

En respuesta, el gobierno de EEUU financió una horrible guerra aérea saudí contra los hutíes durante ocho años. La guerra mató y mutiló a miles de civiles, muchos de ellos niños. El ejército saudí también bloqueó la importación de alimentos y atacó las infraestructuras hídricas de Yemen, lo que provocó hambruna y un grave brote de cólera.

Pero todo el sufrimiento infligido al pueblo yemení no lo volvió contra los hutíes. Y la campaña saudí perdió toda su fuerza cuando estalló la guerra en Gaza. Hace dos semanas, para consternación del gobierno de EEUU, el gobierno saudí y los hutíes se comprometieron a un alto el fuego y acordaron participar en un proceso de paz liderado por Naciones Unidas.

Así que ahora que los hutíes intentan detener barcos que dicen que están vinculados a Israel, el gobierno de EEUU no puede confiar en sus amigos saudíes para que le hagan el trabajo sucio. Washington ha tratado de organizar un grupo de trabajo internacional para ayudar a recuperar el control del Mar Rojo, pero muchos aliados de los EEUU son reacios a unirse.

A falta de una amplia coalición internacional o de representantes regionales con los que trabajar, los Estados Unidos y el Reino Unido están planeando bombardear Yemen directamente. Y el 1 de enero, un buque de guerra iraní entró en el Mar Rojo —presumiblemente como un gesto de apoyo de Irán a sus aliados hutí— por lo que es poco probable que una guerra con Yemen se mantenga contenida.

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Red Sea Map

Estos acontecimientos demuestran que será muy difícil evitar una guerra más amplia en Oriente Medio mientras Washington siga respaldando la estrategia indiscriminada de Israel en Gaza. La forma en que el gobierno israelí decidió responder a los ataques del 7 de octubre ha matado hasta ahora a más de veintiún mil personas en Gaza. Se cree que otras siete mil están atrapadas bajo los escombros. Ocho mil de los muertos confirmados eran niños.

Dejando a un lado las consideraciones morales que exige este nivel de víctimas civiles, era ingenuo pensar que el mundo musulmán se quedaría de brazos cruzados mientras las operaciones israelíes mataban a más de 2.600 niños palestinos al mes.

El pueblo americano ya se está viendo obligado a financiar guerras indirectas e intervenciones militares aisladas en todo el mundo. Pero por muy perjudiciales que hayan sido esas intervenciones en el extranjero para la seguridad y el bienestar económico de los americanos, no serían nada comparadas con la guerra directa convencional que presagian estos acontecimientos en el Mar Rojo.

Añádase a esto el hecho de que la mayoría de los americanos quieren que los EEUU pida un alto el fuego permanente en Gaza, y la idea de que la opinión pública esté dispuesta a movilizarse para una guerra contra Yemen —y mucho menos contra Irán— parece absurda. Sin embargo, ese es el camino en el que nos tiene Washington.

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